Una trayectoria que inspira para construir un mundo mejor
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Una trayectoria que inspira para construir un mundo mejor
Martha Leticia Carretero Jiménez, coordinadora de la Maestría en Desarrollo Humano del ITESO, será distinguida como profesora numeraria por sus 30 años de trayectoria académica, su desempeño sobresaliente y por ser reconocida por colegas y miembros de la comunidad universitaria.
Teresa Sánchez Vilches
La utopía que desde niña tuvo Marlé (como la llaman desde pequeña) se cumplió en 1992 en el ITESO, cuando ingresó como alumna a la Maestría en Desarrollo Humano. Su sueño era —es—, que se puede vivir en comunidad, con oportunidades muy similares y con acciones para el cuidado colectivo, el crecimiento y el disfrute de la vida para todos.
A lo largo de 30 años, Martha Leticia Carretero Jiménez ha destacado como docente de asignatura y de tiempo fijo en la universidad. Desde 2018 es la coordinadora de la Maestría en Desarrollo Humano, el posgrado más antiguo de esta casa de estudios (1976).
El pasado 6 de abril, el Consejo Universitario tomó la decisión de entregarle la distinción como profesora numeraria, considerando su amplia trayectoria académica, su desempeño sobresaliente y luego de ser reconocida por colegas y miembros de la comunidad universitaria, en virtud de su compromiso con el ITESO y sus Orientaciones Fundamentales (OFI). Para esta distinción, se destacó su entrega y dedicación al proyecto académico, su congruencia profesional y su vocación y cercanía con las personas, su visión y capacidad de gestión como coordinadora de este posgrado, así como la forma en que ha logrado revitalizar el programa y darle una mayor visibilidad e impacto social. La académica ha participado en al menos tres actualizaciones del plan de estudios de esta maestría.
Marlé vivió su infancia en Atenquique, una población de Jalisco que está camino a Colima, donde hay una fábrica de papel. Es todo lo que hay. Así que todos los papás trabajaban en el mismo lugar. Había una sola escuela a la que todos los niños asistían y un mismo cine en el que todos se encontraban.
Las casas son propiedad de la papelera, nadie era dueño de su casa en realidad. Los niños andaban en el parque, en las veredas, todos se conocían y las puertas de todas las casas estaban abiertas. Si un niño tenía sed, tocaba en alguna casa, pedía agua y lo atendían con gusto. Marlé vivió en una comunidad en la que confiaba y cuyos integrantes la cuidaban.
Sus papás vivían rodeados de amigos con quienes se divertían, aprendían y se apoyaban. Eran ingenieros, administradores. Todos coincidían en edad y trabajaban en el mismo lugar.
Doctora en Ciencias de la Educación por la Universidad de Santander (2015), maestra en Desarrollo Humano por el ITESO (1990) y licenciada química farmacobióloga por la Universidad de Guadalajara (1984), cuenta que todas aquellas experiencias le enseñaron que todos los seres humanos pueden tener oportunidades iguales y que son iguales, que se puede vivir en comunidad de manera muy satisfactoria.
Cuando cursaba el quinto año de primaria su familia se mudó a Guadalajara. Su vida tuvo que cambiar: ya no estaba en la comunidad en la que creció, en la que podía confiar en cualquier integrante.
Escuchar y acompañar
Desde que coordina la Maestría en Desarrollo Humano, la principal preocupación de Marlé es encontrar herramientas que aporten a las respuestas para los conflictos sociales de esta época, que mucho tienen que ver un con un tejido social roto.
"Para mí, el desarrollo humano sí fue un parteaguas", recuerda a propósito de su experiencia en el ITESO. "Encontré un lugar donde podía vivir y aportar a otros eso que para mí era muy importante, con lo que crecí. Fui descubriendo que el desarrollo humano aporta algo muy importante y muy serio que favorece esta reconstrucción del tejido social, el fortalecimiento de los vínculos, las habilidades para llegar a acuerdos, que no sean violencia".
Al comparar sus preocupaciones actuales con las que tenía al inicio de su carrera, Marlé recuerda: "Cuando era estudiante el foco era mucho cómo ayudar a que cada persona pudiera ser ella misma: cómo hacer para, realmente, hacer mi vida y poder llevar una relación con las personas que quiero que sea satisfactoria. No recuerdo que se retomara la problemática social. Era un trabajo personal, familiar, había un diplomado en desarrollo humano y en ese diplomado había personas que iban a las comunidades a favorecer espacios. Nosotros teníamos trabajos en el Cerro del 4, pero era como trabajo extra.
"Con el tiempo, al programa se fue incorporando todo este eje de asignaturas para acompañar a los alumnos para que llevaran a cabo un proyecto de intervención. Se empezó a integrar una visión un poco más social. Hoy, por todos lados ponemos énfasis en ver la violencia, la polarización, la exclusión. Los proyectos de desarrollo humano deben responder a una problemática social clara y pertinente, delimitada. Lo que aportamos desde el desarrollo humano me parece muy valioso: son herramientas y acciones para favorecer la vinculación, la capacidad de diálogo, la capacidad para poder mirar al otro y respetarlo. Necesitamos mirarnos nosotros para poder mirar al otro. Aprender a escuchar, que no es poca cosa".
Los retos que Martha Leticia Carretero enfrenta hoy como profesora también son distintos: "Ahora es más difícil. Antes las personas venían más dispuestas al trabajo personal. La maestría tenía un sello muy fuerte en ese sentido, y en el desarrollo personal. Ahora veo que hay mucha vulnerabilidad de todos, de los profesores, de mí misma, y de los alumnos. Veo que tenemos poca tolerancia al trabajo personal, a escuchar al otro realmente. Como profesora, antes me vivía con más certeza de que las personas, mis alumnos adultos, confiaban en mí. Tenía que ganarme la confianza y generar un ambiente de confianza en el grupo, pero ahora se me hace que ahí hay una intolerancia, una falta de confianza básica en el otro. Estamos más sensibles. La pandemia debe de tener mucho que ver".
Marlé repasa algunas de las razones que pudo tener para dedicarse al desarrollo humano: "siempre anduve en proyectos sociales de apostolado", recuerda. "A partir de grupos juveniles de la iglesia, andábamos en eso desde la prepa. Mi papá nos inculcó mucho la solidaridad, la atención a los otros. Cuando entré a la maestría, para mí ya fue como profesionalizar lo que hacía". ¿Y por qué el ITESO? "Cuando era adolescente platicaba con una amiga de la familia y decía: ‘Voy a platicar con ella porque me aclara cosas'. Ella entró a esta maestría y me empezó a decir: ‘Mira, lee esto, toma esta lectura', y me empezó a interesar. Aquí encontré herramientas más claras y fundamentadas para todo lo que estábamos haciendo en los apostolados".
El gozo de una vocación
"Hay cosas de la docencia que disfruto muchísimo", afirma Marlé. "Poder acompañar a otras personas a que hagan lo mismo que yo es como multiplicar. Es diferente hacer algo sola a poder acompañar, por ejemplo, a nueve de mis alumnos a que hagan un trabajo similar. Y además puedan consolidarlo y aprenderlo y darse cuenta. Eso para mí son como pequeños pedazos de cielo, o cuando van encontrándose a sí mismos. Cuando, gracias a mi labor, las personas descubren su valor, sus habilidades y además sus herramientas para apoyar a otros, para mí eso es maravilloso".
A propósito de la distinción que recibirá en ocasión del Día del Maestro, explica: "Lo más importante es que se pueda reconocer, a través de mi persona, todo este camino que hemos recorrido. Que se hable de lo que este equipo de personas estamos convencidas. Que las aportaciones que el desarrollo humano hace a la sociedad se vean. Yo trabajo en equipo, por eso este reconocimiento es para todos los que hemos caminado por aquí".
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